Sábados con sensación de vacaciones

Una de las ventajas de cambiarte de país, es la sensación de vacaciones que tienes cuando es fin de semana. Como no conoces prácticamente nada, parece que estás viajando en lugar de residiendo.

Sin necesidad de irte muy lejos de casa, ni de hacer maletas, llega el sábado y te levantas pensando, ¿qué hacemos hoy? y miras google maps y eliges un punto. Y este sábado el punto fue el parque nacional de Wicklow, como es muy grande escogimos el pueblo de Glendalough. 

Hicimos unos bocatas (aquí son muy de picnic y nosotros nos hemos adaptado obedientes), cogimos fruta y al coche un ratín. 

Y como era de esperar, Irlanda nos volvió a sorprender, arropándonos en un magnífico paisaje.

¡Y el día resulto perfecto! Bueno... acabo de exagerar un poquito, eché mucho de menos algo: el silencio. Supongo que cuando estoy en lugares tan naturales y sobrecogedores (para mi lo son), el escuchar de manera continua las vocecillas agudas y elevadas, (la emoción es lo que tiene), de las dos pequeñas personitas que corretean siempre a mi lado... me desconecta del idilio del lugar.

Y por supuesto, todo lo que veíamos daba para interesantes conversaciones, empezando por las ruinas de una antigua ciudad monástica con su correspondiente y precioso cementerio. Uyyyy ¡la muerte! uno de los temas estrellas en los niños, y que más "cómodos" nos hacen sentir a los padres, junto con el del sexo claro. Y ahí paseando entre las tumbas en lo alto de la montaña, contestando a preguntas de lo más científicas como ¿y la piel, mami, cómo se descompone? o más filosóficas sobre el cielo y el alma, que en esas ya empiezo a no saber qué contestar.

Por fin salimos del "relajante" cementerio y el paseo mejoró. Una senda preciosa, rodeada de bosque, que te llevaba a unos maravillosos lagos.

Contemplamos los lagos, dimos de comer a los patos y vislumbramos un tronco perfecto para sentarnos a disfrutar de la belleza de las aguas. Lástima que ahí sentada también veía de reojo como mis hijos se acercaban temerosamente a la orilla (me iba tensando poco a poco) y metían sus secas (hasta el momento) zapatillas en el agua. ¡Tensión total!

En ese momento tienes dos opciones, gritar y seguir tus instintos, por los cuales les realizarías una aguadilla a cada uno, o respirar hondo, y pensar que no es puro invierno (aunque estés en Irlanda) y que ya se secarán las zapatillas en el camino de vuelta.  Además, como buena mamá previsora que eres, has metido las botas de agua con recambios de calcetines en el coche. Así que bueno, contemplas el paisaje y te lo tomas con buen humor.

Y al final, te unes a ellos y te subes a los árboles, o juegas a luchar (eso se lo dejo a la figura masculina, que a mí me desmontan), porque no os penséis que la caminata les disminuye la energía, noooooo, hay que descargar igual. 

Entonces piensas que estos paisajes también resultan idílicos con ellos y con sus vocecitas agudas. Y que semejantes praderas verdes son perfectas para dar volteretas y correr. Igual en otra etapa de la vida podemos tumbarnos a meditar.

Y al volver hacia el parking, tuvimos la suerte de encontrarnos con una familia de cervatillos, que hizo las ricuras de mis pequeños, sobre todo uno chiquitillo que tetaba y perseguía gritando a su madre (jamás había escuchado gritar a un cervatillo). Y pensé, otra pobre hembra que a pesar de vivir en pleno campo, no está en la etapa de meditar, jajajaja