Fin de curso


El final de curso siempre me hace sentir algo confusa. Estoy cansada, ilusionada, triste por las despedidas, orgullosa por los avances, feliz y sobre todo muy agradecida. Sentimientos contrapuestos que intentan organizarse en mi interior desorientados.


Estoy agradecida de poder trabajar en algo que me apasiona, aunque me queje mil veces porque nunca desconecte y mi horario laboral no exista... y más ahora que me estoy reinventando, y de alguna manera empezando de cero, aunque con años de ventaja claro está.

Pero cuando un niño me da un abrazo y me dice que me echará de menos, que tengo una "patientia infinitooo", un padre me da las gracias en español haciendo un esfuerzo para hablar una lengua que no es la suya, una madre me abre su casa y siento que se queda mucho más tranquila al terminar la sesión con su hijo. Y unas diminutas alumnas irlandesas aparecen por sorpresa vestidas de flamencas el último día de clase y me preguntan que si les enseño a bailar, porque saben que les voy a decir que sí... eso no tiene precio.

Esos pequeños detalles te quitan las dudas, hacen que te sientas una privilegiada por haber elegido la profesión más bonita del mundo. Aun sabiendo que jamás serás capaz de desconectar del todo.

Y seguirás contestando emails los domingos, y haciendo evaluaciones del lenguaje los sábados a última hora, hablarás de opciones de exámenes de español en el tranvía volviendo a casa. Tendrás largas conversaciones telefónicas con familias esperanzadas, normalmente de noche cuando los niños ya están dormidos.

Y como no, la plastificadora seguirá junto a la caja de materiales decorando tu salón.

Porque seguirás volviendote loca para conciliar familia y trabajo, para pasar tiempo con tus hijos y con los de los demás.

Porque en tu bolsa de la compra siempre caerán como por arte de magia, goma eva, pegatinas, purpurina y diversos materiales de colores, para esa nueva actividad que se te ha ocurrido mientras cogías la lata de tomate de la estantería del super.

Porque de vez en cuando, estarás exhausta y te tentará mandar el currículum a un trabajo de oficina con vacaciones pagadas y menos implicación personal... Pero luego te acordarás de las sonrisas de esas pequeñas personitas, y de las de tus hijos porque puedes estar en los momentos importantes... y de nuevo te sentirás la persona más privilegiada del mundo por no tener un horario laboral convencional.

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